Recientemente he impartido un ciclo de conferencias sobre Liderazgo Creativo. El objetivo general era desarrollar una serie de competencias y conductas en directivos de una organización, para que ejercieran su influencia centrándose en la solución creativa de problemas.
Si bien es cierto que un curso o taller no resulta suficiente para desarrollar un estilo determinado de liderazgo en la empresa, podemos afirmar que el desarrollo de procesos formativos en esta temática marca una estrategia y aporta un valor.
La formación siempre aporta un valor, aún cuando no se reconozca en toda su dimensión. Si bien es cierto que para optimizar la eficacia de cada curso, debe realizarse un proceso de gestión de la formación de calidad. Desde la detección de necesidades formativas hasta la evaluación de la formación.
Para que dicho valor se manifieste en toda su magnitud, los directivos, entre otros aspectos, deben estar motivados hacia el aprendizaje o desarrollo de las competencias que constituyen el objetivo del programa formativo. En este caso, la generación de ideas innovadoras para la solución de problemas y la mejora continua.
Además, deben estar comprometidos con la aplicación de las competencias adquiridas durante el proceso formativo. Es decir, para desarrollar un estilo de liderazgo cualquiera, hay que saber y querer aplicarlo. Por supuesto, también es necesario contar con los medios necesarios para poder desempeñar eficazmente las funciones directivas.
De tal modo, la formación debe ser la fuente principal de desarrollo de competencias. En tanto la organización debe garantizar determinados procesos y espacios que favorezcan la puesta en marcha de dichas competencias. En nuestro caso, un factor decisivo para el desarrollo de un liderazgo creativo, lo constituye la implantación de una cultura propicia para el desarrollo de la capacidad creativa. Resulta transcendental la instauración de modelos de premio a la aportación. De igual manera, la no sanción al cuestionamiento de las normas y procesos establecidos favorecerá la contribución del personal a la mejora de las diferentes áreas, procedimientos y procesos de la empresa.
Para innovar, es necesario generar ideas novedosas y eficaces. Para que el proceso creativo no resulte “estéril”, es menester aplicar las ideas. Para ello la organización y los equipos de trabajo deben estar liderados por directores que ejerzan su influencia centrados en la búsqueda de soluciones y la mejora continua. Formar a los directivos es necesario, imprescindible, pero no suficiente.
Espero que este curso de Liderazgo Creativo no sea una acción aislada. Que constituya un paso más, integrado en todo un plan estratégico dirigido al desarrollo de la creatividad y la innovación. Solo así, paso a paso, la empresa podrá convertirse en una organización donde la generación de ideas constituya un fin, un medio y un valor para el incremento de la competitividad y el crecimiento profesional y personal.