Existen afirmaciones que parecen obvias, incluso innecesarias. Una de ellas puede ser que, si desarrollas un procedimiento reiteradamente, de idéntico modo, obtendrás el mismo resultado. Podríamos citar muchas otras afirmaciones. Esta, en específico, tiene un significado de gran importancia, que en muchas ocasiones no tenemos en cuenta.
Con frecuencia, repetimos los mismos pasos que anteriormente nos han llevado a un resultado no deseado. Cuando esto ocurre, nos lamentamos; ¡otra vez me ha pasado! Incluso nos cuestionamos cómo ha podido ocurrir nuevamente.
La respuesta a esta cuestión es sencilla. Has realizado las mismas acciones o mantenido comportamientos similares.
Parece obvio, pero caemos una y otra vez en la misma “trampa”. Huyo de un resultado negativo, pero no trasformo el proceso de actuación. Fijaros lo importante que puede resultar comprender la correlación que existe entre la acción, los comportamientos y el resultado.
Por ejemplo, cuando queremos ganar en seguridad, e incrementar nuestra autoestima, uno de los objetivos que nos podemos plantear es trasformar las experiencias negativas en enseñanzas. De tal manera, podríamos considerar todo evento como un escalón de crecimiento que nos ayuda a llegar a resultados superiores. Pues bien, si no analizamos en profundidad qué ha fallado en una situación específica en la que hemos obtenido un resultado no deseado, no podremos corregir nuestros actos. En tal caso, al repetir los mismos pasos obtendremos una y otra vez un resultado similar. De tal modo, la experiencia continuará resultando negativa.
Para que esto no ocurra, en primer lugar habrá que identificar las conductas, decisiones o acciones que han convertido la situación o vivencia en una experiencia negativa. A continuación, tendremos que aprender a corregir o transformar dichas acciones o comportamientos. Por último, aplicar las mejoras y enfrentar el problema de una manera diferente.
No se trata de decirnos a nosotros mismos que las experiencias negativas no existen y continuar actuando del mismo modo. Si avanzas corriendo hacia un muro con los ojos cerrados, seguramente te golpearás. Puedes decirte, ¡no me rindo!, y volver a hacerlo. Incluso pensar para tu interior, con intensidad, ¡el muro no existe!, y volver a hacerlo. Si repites la acción de manera idéntica, volverás a golpearte.
Abre los ojos. No corras contra un muro, o la experiencia siempre será negativa. No crecerás hasta que no lo enfrentes de un modo diferente.